Ilustración de M.C. Escher

jueves, 4 de octubre de 2012


EL HOMBRE QUE CALCULABA


El hombre que Calculaba y yo nos encontramos en el  camino a un pobre viajero. Se llamaba Salem, era un rico mercader. Fue atacado por nómadas, su caravana fue saqueada y casi todos perecieron. Al concluir la narración de su desgracia, nos preguntó con voz ansiosa:
-          ¿Traéis quizá algo de comer? Me estoy muriendo de hambre…
-          Me quedan tres panes – respondí.
-          Yo llevo cinco – dijo a mi lado el Hombre que Calculaba.
-          Pues bien – sugirió Salem- , les ruego que juntemos esos panes y hagamos un reparto equitativo. Cuando llegue a Bagdad pagaré con ocho monedas de oro el pan que me coma.
Así lo hicimos. Al día siguiente, al caer la tarde, entramos en su  ciudad. Salem dijo:
-          Os dejo, amigos míos. Quiero repetir mi agradecimiento. Y para cumplir la palabra dada, pagaré.
Y dirigiéndose al hombre que Calculaba le dijo:
-          Recibirás cinco monedas por los cinco panes. Y volviéndose a mí, añadió:
-          Y tú, recibirás tres monedas por los tres panes. Más, el hombre que Calculaba dijo:
-          ¡Perdón! La división, hecha de ese modo, puede ser sencilla, pero no es matemáticamente cierta. Si yo entregué 5 panes he de recibir 7 monedas; mi compañero, que dio 3 panes, debe recibir una sola moneda.
-          ¿Cómo va a justificar este disparatado reparto?
-          Intervino Salem -  Si diste 5 panes ¿por qué exiges 7 monedas? y tu amigo dio 3 panes ¿por qué él debe recibir sólo una moneda?
El hombre que Calculaba se acercó a Salem y habló así:
-          Voy a demostrar que la división  de las 8 monedas por mí propuesta es matemáticamente cierta. Cuando durante el viaje, teníamos hambre, yo sacaba un pan de la caja en que estaban guardados, lo dividía en tres pedazos y cada uno de nosotros comía uno. Si yo di 5 panes aporté 15 pedazos, ¿no es verdad? Si mi compañero dio 3 panes aportó 9 pedazos. De los 15 pedazos que aporté, comí 8, luego di en realidad 7. Mi compañero aportó 9 pedazos, comió también 8; luego sólo dio 1. Los 7 que yo di y el restante que dio mi amigo formaron los ocho que comió Salem. Luego, es justo que yo reciba siete monedas y mi compañero una.
Salem hizo los mayores elogios y ordenó que le dieran las siete monedas, pues a mí sólo me correspondía una.  La demostración presentada por el hombre que Calculaba era lógica, perfecta e incontestable, sin embargo dijo:
-          La división que yo he propuesto es matemáticamente clara, pero no perfecta. Y juntando las monedas nuevamente las dividió en dos partes iguales: cuatro me dio a mí y cuatro para él.
Salem dijo:
-          Este joven, aparte de parecerme sabio y habilísimo en los cálculos, es bueno para el amigo y generoso para el compañero.



Adaptado de: El hombre que Calculaba, Tahan Malba, Limusa, México, 1990.
 
 

1 comentario: