INTRODUCCIÓN
Es bien
sabido que la Matemática es considerada como la madre de las ciencias puras:
física, química e incluso biología requieren de bases matemáticas para validar
sus teorías, al respecto se ha dicho ¿qué ciencia valida a la matemática?, ¿la matemática
es la ciencia que se valida a sí misma?, sin embargo el alcance de la
matemática no se queda en el terreno de las ciencias puras o también llamadas
exactas; tal es el caso de las artes: música, literatura, escultura y pintura
por mencionar algunas, recurren a la matemática para desarrollar su quehacer,
basta recordar el trabajo realizado por Pitágoras para sentar las bases de la
teoría de intervalos musicales, o la importancia de la métrica al escribir
poesía. En el terreno de las artes visuales, genios como Leonardo Da Vinci o
Miguel Ángel, basaron algunas de sus obras en el conocimiento matemático de la
Divina Proporción.
DESARROLLO
El Arte
es matemática y la matemática ¿es un arte?, se ha escrito sobre el tema y se ha
llegado a la conclusión que sí; empero hay que tener cuidado cuando se entra en
este terreno, el arte por sí mismo es subjetivo, la percepción que se
tenga sobre una obra de arte puede variar de un individuo a otro; pero aún así
no se requiere ser artista para apreciar la belleza de una obra universal como
la Mona Lisa de Da Vinci. ¿Qué pasa sin embargo con una “obra de arte” matemática?,
¿se puede apreciar la belleza abstracta en una demostración del teorema de
Pitágoras o de la irracionalidad de raíz cuadrada de 2 sin ser matemático o
tener al menos formación matemática?
“La
Matemática es una de las Bellas Artes, la más pura de ellas, que tiene el don
de ser la más precisa de las ciencias”
Una
diferencia entre la Matemática y la música es que la Matemática no cuenta con
instrumento en donde tocarse. El piano es un instrumento para la música, y el
oyente la escucha por medio del sentido auditivo, y es capaz si lo desea,
de escucharla y disfrutarla. Por otro lado el oyente de Matemática, si es lego,
no podrá apreciarla ni disfrutarla, incluso si es ofrecida en su propi o idioma
[…], mientras el oyente de música puede disfrutarla siendo totalmente ignorante
de la estructura musical, el espectador lego en Matemática no experimentará sensación
alguna” (Idem) La Didáctica de las matemáticas tiene su componente artístico (ars), el
arte de por sí cuentan con métodos validados para su quehacer. El artista
plástico o visual por ejemplo, tiene cánones bien definidos para su ejercicio,
(uso de perspectivas, proporciones, teoría del color, etc.), sin embargo es su
creatividad e inspiración personal la que le permite crear obras únicas y
originales, si bien existen influencias bien marcadas de un artista sobre otro,
siempre el autor aporta su “toque personal”.
Algo
similar sucede con el profesor de matemáticas, su trabajo docente no lo puede
reducir a su estado de ánimo o inspiración personal, pero tampoco a seguir un
esquema rígido previamente planteado, recordando las ideas de Jean Piaget, se
habla de ser constructivista, y el docente cree que es una receta que hay que
seguir; cuando se habla de las Zonas de Desarrollo Próximo propuestas por
Vygotsky, todo se reduce a dejar actividades por equipo. Cual si fuera un
pintor que tiene un lienzo en blanco y siguiendo teoría del color, relaciones
geométricas y proporciones, que trata de comunicar lo que en su interior
subyace; el profesor de matemáticas tiene como lienzo la mente y el espíritu -
(no en sentido religioso, si no como la esencia del ser) - del estudiante, su labor
es formarlo científicamente y también como ciudadano del mundo, para lograrlo,
se apoya en teorías sobre didáctica, y diseña actividades de instrucción, que
le permitan ver a sus estudiantes, lo que él en su interior ve con claridad.
¿Qué sucede en el caso que el profesor de matemáticas no vea con claridad lo
que desea transmitir? Al respecto hay que diferenciar entre el objeto de
estudio de la Matemática y de la Didáctica de la Matemática, que si bien
concurren en algunos puntos, en esencia son diferentes. El didacta de la
matemática no es un matemático profesional, pero debe tener sólidos
conocimientos de lo que desea transmitir; si enseña álgebra, debe conocer a
fondo de geometría, trigonometría y cálculo, para encaminar su esfuerzo al
logro de objetivos futuro en éstas áreas.
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